José Luis Sorolla | Samper de Calanda (Teruel) (EFE).- El libro ‘Cazorla y Segura: la paradoja cinegética’ aborda todos los avatares del coto nacional Cazorla y Segura desde el siglo XIII. Su autor es el biólogo aragonés Paulino Fandos París.
Aborda de manera transversal a lo largo de la historia desde los primeros documentos de principios del siglo XIII hasta la actualidad los avatares del mayor coto nacional de Europa. Lo hace con sus aprovechamientos cinegéticos, madereros y su futura supervivencia con el turismo de naturaleza como principal estandarte.
Paulino Fandos (Samper de Calanda-Teruel, 1954) es un profundo conocedor de todo el territorio que abarca este coto nacional. En él realizó su tesis doctoral sobre la cabra entre 1980 y 1986 cuando la leyó, hasta que en 1987 la sarna arrasó con casi todos los ejemplares.
Fandos explica en una entrevista con EFE como se creó el coto nacional en 1960 a través de una ley que «costó mucho sacar adelante». Durante ocho años recibió el nombre de ‘futuro coto nacional’ hasta que «se decidió crear el coto nacional por las condiciones tan adecuadas en que se encontraba el terreno forestal».
Estas eran que había poca población humana en su interior y pocos terrenos particulares. Es decir, había toda una extensión con casi 70.000 hectáreas juntas en las que se podía pensar en un paraíso cinegético y así fue como se gestó el coto nacional número 1″, comenta.
Introducción del ciervo
Al respecto de la caza recuerda que en ese extenso espacio natural estaban la cabra con unos 300 ejemplares y el corzo «con muy poquitos». Se introdujeron más de cincuenta ciervos de diferentes procedencias, principalmente de Andújar, y jabalí, muflones y gamos.
«También trajeron corzo, pero no prosperó. El corzo es una especie muy solicitada por el recurso cárnico y entonces, entre el furtivismo, la competencia de las otras especies, las vallas y todo, no prosperó su población. Incluso se intentó introducir el rebeco, pero por un fallo del sistema se murieron todos», analiza.
Así, en los años 60 se empieza a poder cazar en una zona natural con una «oferta de especies que no había en ningún otro sitio de España, con una extensión tremenda y una guardería muy competente».
«Llegó a considerarse el mejor coto de España por la variedad de especies y por los lances. Se cazaba solo a rececho, o sea, cada cazador iba acompañado de un guarda», apunta.
«Era andar por esas montañas con un guía privilegiado», dice. Esto «provocó que la gente se enamorara de la zona de Cazorla y volviera. A ello se sumó que venían muchísimos extranjeros».
Para Paulino Fandos, una de las claves para que este maravilloso entorno natural del coto nacional Cazorla y Segura haya podido sobrevivir arranca ya en la época de la reconquista. Fue porque entre Quesada y Baza estaba el frente contra los musulmanes.
«El rey Fernando III le concede el señorío llamado el Adelantamiento de Cazorla al obispo de Toledo que se queda a cargo de todo con la condición implicarle en la conquista del Reino de Granada». De ahí se crean «nuevos bastiones dirigidos hacia Baza y Almería». Lo explica sobre los inicios de consolidación de este territorio que ya se ha adentrado en su noveno siglo de existencia.
Montes oscuros con muchas historias
Era una zona de «montes oscuros con muchas historias y la gente no se metía en los bosques, prácticamente era como un tabú porque tenían miedo».
Así fueron pasando los años sin que el hombre se adentrase en un vasto territorio que se pudo conservar intacto hasta que se empezó la explotación como zona extractiva de madera. Al principio fue de forma desordenada. En 1776 se incorporó a la Provincia Marítima del Segura, hasta la desamortización de Madoz en 1855. De esta manera, se dio «valor al monte y a la madera que ya no la explotan salvajemente, sino que los de Cazorla fueron los primeros montes ordenados».
Para conseguirlo se hizo un inventario de «qué es lo que hay y qué es lo que se puede sacar sin deteriorar el monte por lo que empieza una explotación de la madera de una manera sostenible».
Las primeras empresas que comienzan a explotar la madera son las navieras. Esto fue para hacer los barcos en Sevilla y Cartagena. A ellas les siguen en el siglo XIX las de ferrocarriles para hacer las traviesas de las vías del tren y también para hacer los vagones.
«Entonces no había plástico, así que era fundamental la madera y se sacaba todo. Miles y miles de troncos para hacer traviesas, en las serrerías en Linares, pero el monte no se esquilma en ningún momento», añade.
División del monte en cuarteles
La explotación se hizo dividiendo el monte en cuarteles. «Cada cuartel solamente se explotaba cada nueve años y de allí solo se sacaban los troncos mayores de 40 centímetros de diámetro», recuerda.
Esta explotación controlada y sostenible se prolongó hasta 1986. Fue el momento en el que Renfe disuelve la división forestal lo que había permitido mantener el monte limpio y conservado. Esto no sucede en la actualidad, en la que se han ido reproduciendo los pinos y cada vez hay «más maleza y más combustible».
Otro momento destacado en la historia reciente de Cazorla y Segura es cuando, en 1952, se decide apostar por la caza. Entonces se crea un coto nacional. Para ello, los ingenieros de montes promotores impulsan varias medidas. Entre ellas están la delimitación territorial, la introducción de especies y la creación de un cuerpo de guardería. Esta debe formarse por personas extraídas del sector furtivo. Son «los que conocen a la perfección el terreno y todos los trucos para acceder a la caza». Se trata, apunta, de una decisión tomada gracias a los os con responsables de la caza de Austria y la experiencia de Gredos.
«Al principio costó mucho porque todos recelaban. El primer guarda seleccionado fue Justo Cuadros por su actitud y porque sabía leer y escribir y para los ingenieros es muy importante tener un interlocutor con el que poder entenderse», añade.
El futuro pasa por el turismo
Paulino Fandos tiene claro que una vez que la caza ha dejado de ser una fuente de ingresos importante, el futuro del coto nacional Cazorla y Segura de pasa por el turismo, pero «no de cualquier manera». Se pasó de más de «200 trofeos por año en la década de 1970» a menos de una decena en la actualidad.
«Ahora hay cientos de restaurantes, hoteles o casas rurales. Ha subido muchísimo la oferta, pero al turismo hay que cuidarlo y no se puede basar solo en ver fauna. Se necesita una acción que conjugue todo el territorio. Hay una serie de posibilidades tremendas», concluye.
Una vez jubilado como responsable de Caza de la Agencia de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, en la actualidad dedica parte de su tiempo libre a potenciar y dotar de contenido la Asociación Amigos de los Balsetes de su Samper natal. Desde esta entidad trata de poner en valor y restaurar las antiguas balsas de agua para abastecimiento de los diferentes mases del monte, muchos de los cuales habían desaparecido entre la maleza, además de ir a observar la fauna de la zona donde ha visto y fotografiado animales que «nunca hubiera pensado ver por aquí».