Isla de Santiago, en Cabo Verde. EPA/NIC BOTHMA

España invierte en Cabo Verde, pero los turistas españoles son pocos, según su embajador

Esther Gómez I Fuengirola (Málaga), (EFE).- España es el primer inversor en el sector turístico de sol y playa de Cabo Verde, un país insular africano ubicado en el océano Atlántico, frente a las costas de Mauritania y Senegal, que sin embargo aún recibe «pocos» turistas españoles, explica en una entrevista con EFE su embajador, Eduardo Jorge Silva.

Desde Barceló a Riu y Meliá, las principales cadenas hoteleras españolas tienen presencia en este archipiélago volcánico de exuberante naturaleza.

Operan desde hace décadas y continúan desarrollando nuevos proyectos hoteleros, la mayoría centrados en propuestas «todo incluido», explica Silva.

Actualmente, la actividad económica de Cabo Verde «está basada en el turismo», y, lejos ya los problemas derivados de la pandemia, el país alcanzó en 2023 el millón de visitantes. Una cifra que duplica prácticamente su población, que ronda los 500.000 habitantes, destaca el embajador.

Los visitantes aumentaron alrededor de un 26 % el último año y podrían seguir aumentando, sostiene Silva. Que cree que es necesario reflexionar sobre si realmente conviene seguir creciendo en las mismas condiciones. O apostar por un menor crecimiento, pero de mayor calidad, que resulte más sostenible.

El impacto del turismo

Es importante tener en cuenta esto porque la actividad turística también tiene consecuencias negativas. Y algunas de ellas, como la segregación a la que da pie entre la población residente, «son difíciles de arreglar», comenta el embajador. Que participa en Fuengirola (Málaga) en el I Foro Internacional de Ciudades Abiertas.

Y es que el impacto del turismo de masas, apunta Silva, no es solo económico. Tiene también «un impacto social muy fuerte» que en muchos países se torna difícil gestionar. Uno de estos efectos es que se disparan los precios de la vivienda y se expulsa de las ciudades a los autóctonos.

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El embajador de Cabo Verde en España, Eduardo Jorge Silva, en Fuengirola, donde asistió al I Foro Internacional de Ciudades Abiertas. EFE/ Esther Gómez

Es consciente de que «riesgo de impacto negativo hay siempre”, pero «se pueden hacer algunas cosas para disminuir este riesgo», como «planificar», valorar cuál es la capacidad de absorción de turismo de la zona y adoptar medidas «permanentes y muy dinámicas para minimizar ese impacto».

En Cabo Verde ya se empieza a percibir esta situación, aunque «aún estamos a tiempo de actuar», asegura el diplomático, que aboga por «buscar alternativas» y pone como ejemplo la experiencia del nuevo modelo turístico que se está implementando en San Antonio, una isla próxima a la de San Vicente, principal puerto marítimo del país, que muestra esa «otra dimensión».

Propuestas basadas en la naturaleza

San Antonio ha sido un enclave tradicionalmente agrícola. Ahora, la oferta de la isla, muy diferente a la que se asocia a Cabo Verde, se centra en propuestas vinculadas a la naturaleza e incluye senderismo, rutas a pie por la montaña o estancias en casa de sus vecinos, compartiendo el tiempo con ellos.

Este modelo tiene un impacto ecológico mucho menor y es más amable con el residente porque «va a su casa, come con él, camina con él» y comparte su cultura, lo que hace al local estar más receptivo con el visitante y le permite, además, «abrirse al mundo a través del turismo», recalca.

Convertido en su principal fuente de ingresos, este sector económico es «fundamental» para los caboverdianos, subraya el embajador, y ofrece «un mercado enorme». Por eso es el momento de parar y pensar en el futuro, recalca.

«Somos un país esencialmente de sol y playa», cuyo desarrollo turístico comenzó en los años ochenta, pero ahora toca diversificar la oferta, crecer en cantidad y apostar por un modelo más sostenible y con mayor coherencia social, concluye Eduardo Jorge Silva. EFE