Alfredo Valenzuela | Sevilla (EFE).- La poeta Beatriz Aragón, gaditana de 38 años, ha recurrido a la imagen de la baliza amarilla que avisa de posibles resbalones, «Wet Floor» (Libros de la Herida), para titular su cuarto libro de poemas, que ha dedicado íntegramente a su larga experiencia laboral como limpiadora y con el que mete al lector en el cuarto de la limpieza.
«Cuando empecé a publicar poemas pensé en crearme un personaje porque soy muy ordinaria y los poetas van con foular y beben pacharán», ha dicho a EFE Beatriz Aragón con un humor, con una guasa gaditana que tiene bien medida como letrista de comparsas.
«Escribir para carnaval es lo más difícil que he hecho en mi vida; es muy complejo por las exigencias de una métrica concreta y de música concreta; es algo muy intenso. ¡Ah, escribir para el pueblo! Se trata del público más amplio y más exigente; lo popular es un arte mayor porque el mensaje tiene que llegar», asegura.
Una forma de estar en el mundo
Sus poemas, sin embargo, los trabaja de otro modo: «La poesía es una forma de estar en el mundo; es un lenguaje; escribo mejor que hablo porque la poesía es una manera de posicionarte, una manera de ver lo que se esconde dentro de la realidad, le doy importancia poética a todo lo que pasa porque la poesía es una manera de ver lo que se esconde dentro de la realidad; en lo cotidiano está todo y no queremos darnos cuenta o miramos para otro lado».
«Supongo que sucede igual con la novela, porque no tienes más que sentarte en el banco de una plaza y ver todo lo que te pasa por delante, por los menos los personajes los tienes ahí; no tienes más que subirte a un tren o a un autobús y fijarte en todo lo que hay dentro, cuánta poesía y cuánta novela».

Escribir en voz alta
Por eso dice que si hubiera sido peluquera o camarera hubiera dedicado sus poemas a la peluquería o al bar y que el trabajo de limpiadora tiene la ventaja de que «te permite pensar mientras estás trabajando; los dos o tres primeros poemas surgieron instantáneamente en el cuarto de la limpieza, luego vinieron los demás por la experiencia vital y personal».
«Es la vida, que te pone en situaciones en las que puedes tirar del hilo», ha señalado sobre la construcción de sus poemas, de cuyo método ha añadido: «Escribo en voz alta; no hago las cosas adrede, no mido los versos, solo estoy pendiente del ritmo y cuido mucho las palabras; cero retórica», explica sin desprenderse ni un momento un sentido del humor que impregna casi todo lo que dice, como cuando asegura que no le gusta que la llamen «Bea» siendo Beatriz un nombre tan dantesco.
Sobre lo más duro del trabajo de limpiadora y de la tarea de poeta ha dicho que lo peor de lo primero es «la invisibilidad, a veces parece que no eres nadie; yo limpio con dignidad y no entiendo que no me digan ni buenos días cuando estoy trabajando; el trabajo es duro, las limpiadoras no se jubilan, lo dejan cuando no pueden más».
La poesía es dura solo como oficio
Mientras que de la poesía ha dicho que «es dura solo si te la tomas como un oficio; yo no, yo me la tomo como una forma de vida; si vas con pretensiones te puedes llevar un chasco que otro».
Uno de sus poemas más breves dice: «La limpieza es un servicio defectuoso. / Dura demasiado poco para lo que cuesta. / En cuanto alguien lo usa, no vale nada». Y el poema titulado «Conciencia» comienza con estos dos versos: «La revolución está en nuestras manos. / Cabeza alta y la dignidad posada en el pecho».
En «Wet Floor», Beatriz Aragón va muy bien acompañada porque la viñeta de la cubierta es del pintor Patricio Hidalgo y el prólogo del poeta Pablo García Casado, quien a propósito de los poemas dedicados al trabajo de las ‘kellys’ de hotel escribe: «Hay también en la poesía contemporánea una retórica de los hoteles. Una lírica que hunde sus raíces en cierto dandismo de izquierda, ese al que se le llena la boda de ideología pero que no duda en quejarse si la ventana de su hotel no tiene vistas a la playa. O de lo cansados que están de toda esa gira de presentaciones». EFE