Sevilla, (EFE).- Encontrar un distrito céntrico que mantenga la esencia y la autenticidad de una ciudad, sin desdibujar sus costumbres, con negocios artesanos de toda la vida y una resistencia clara al turismo, es cada vez más complicado, pero todavía queda alguna excepción, es el caso de San Julián, “el barrio artístico y bohemio” de Sevilla.
En la zona norte de la capital andaluza todavía quedan bares donde “las tapas son de aquí”, el café se sirve “en un vaso de cristal de toda la vida” y las nuevas tendencias, que hacen que todas las ciudades parezcan iguales,“no se han afincado”.
“Lo hecho a mano, con cariño, la cercanía o lo local” es el hilo conductor de los negocios. Cada uno a su estilo pero con la misma esencia. Es el caso de Potmic Atelier, un espacio creativo donde ofrecen clases de cerámica con torno y de modelado.
“Trabajar en un sitio así lo hace todo más cercano y ameno, porque no solo estás con los alumnos, si abres la puerta, tienes ayuda de los vecinos”, explica Fátima, gestora del taller.
Pisos turísticos
Por la zona ya se empiezan a ver candados que indican la existencia de pisos turísticos, los precios del alquiler han subido mucho, “hay vecinos que se han tenido que marchar porque no pueden pagarlo” y algunos guiris se acercan curiosos para ver qué hay detrás de estos negocios de artesanos. En el barrio “resisten” como pueden y aseguran estar “en la lucha contra el turismo”.

No tienen claro por qué todavía no ha sido tomado por el turismo de masas, pero todos coinciden en que el tipo de consumo que prima en la zona está relacionado. Conocen a las personas que llevan las tiendas, confían en ellas y consumen ahí porque quieren apoyarlas, “el trato es completamente diferente al que se puede encontrar en un supermercado”.
La magia de San Julián “es darte los buenos días o preguntar qué tal va la semana. Cuando la gente pasa por la tienda, explica Emilio, uno de los gerentes de La Rendija, un mercado social que tiene todo de kilómetro cero, siempre hay un rato de charla, incluso entre los clientes no sorprende el “Pepi, qué de tiempo sin verte”.
A Emilio este tipo de situaciones cotidianas le “enriquecen”, le generan “bienestar”, porque es de los que opinan que es necesario pertenecer a una comunidad y que las personas que formen parte de ella se traten con cariño.
Múltiples actividades
Macarena, que es clienta de La Rendija, ha establecido su negocio, Macarena Studio, a tan solo unos metros de ahí. Es un taller que trabaja todo tipo de artesanías y artes con materiales sostenibles y reciclados, desde lámparas o jarrones hasta pendientes.
Para su dueña, estar en San Julián son todo ventajas, porque en pocos metros se concentran un montón de actividades. Pueden elegir entre clases de yoga o de meditación, probar los productos del obrador, que “son un pecado”, tomarte un café o unas tapitas en el bar Hiniesta o hacer la compra en La Rendija.
San Julián es, en definitiva, «una gran casa con sus luchas» donde los vecinos se conocen, se saludan y se toman el tiempo para charlar entre ellos, un espacio donde se mezcla lo tradicional y la innovación, la gente joven y la gente mayor. Lo que se conoce popularmente como un «barrio, barrio». EFE