Granada, (EFE).- Músicos callejeros, limpiabotas, sintecho, indigentes, mimos y otros tantos habituales del imaginario urbano de cualquier gran ciudad conforman ‘Los honorables’, una exposición del fotoperiodista Juan Ferreras que ha sido reinaugurada en Granada más de 25 años después de su estreno.
Una treintena de fotografías en blanco y negro integran esta peculiar galería de ‘honorables’, como el autor denomina a sus protagonistas, personajes a los que era frecuente encontrar en cualquier plaza o esquina de Granada a finales de los años noventa y a los que retrató durante seis meses tras convencerlos de que posaran para él.
Lo hizo, ha explicado a EFE Juan Ferreras, tras entablar relación con la mayoría de ellos en un comedor social de la ciudad, al que acudía para conocerlos y conversar con el fin de llevar a cabo el proyecto, que tenía un único objetivo: «dignificarlos».
«Yo quería que se sintieran como modelos de Loewe», relata este fotoperiodista de la Agencia EFE, ya jubilado, que logró en parte su objetivo: «Se empezaron a sentir artistas, gente importante», cuando en 1998 vieron por primera vez sus retratos colgados en el museo Casa de los Tiros de Granada.
Hoy, esa misma exposición se muestra en la Corrala de Santiago, donde hasta el próximo 29 de mayo el espectador podrá acercarse a este atlas humano de la geografía urbana a través de un recorrido fotográfico que culmina con un espejo en el que verse reflejado: un simbolismo con el que Ferreras quiere expresar que «todos somos iguales».
Máxima naturalidad
El proceso creativo no estuvo exento de dificultades. Tampoco de anécdotas, como cuando un grupo de los ‘modelos’ que posaron para él se llevaron las fotos expuestas y las quemaron en la puerta de la Catedral de Granada. No fue fácil llevarlos a un estudio y someterlos a horas de trabajo, explica.

Al fotografiarlos buscaba que tuvieran «la máxima naturalidad» en sus expresiones y sus miradas, algunas perdidas, ausentes y otras vivarachas como la de Amelia, una trianera del Realejo, el emblemático barrio de Granada que la acogió y desde el que frecuentaba terrazas y bares vendiendo flores, estampitas y fotos de ella misma de joven.
A Amelia se suman otros ‘sin nombre’ habituales por entonces de las calles de Granada, como un mimo disfrazado de espantapájaros, un vendedor de pañuelos, un guitarrista o una pareja de hippies, en una exposición que para Ferreras aporta humanidad en medio de la «corriente oscura que amenaza a estos tiempos». EFE