Alfredo Valenzuela | Sevilla (EFE).- El verano pasado la cantaora Rocío Márquez, considerada una de las grandes renovadoras del cante, se reunió con el guitarrista Pedro Rojas Ogáyar para ensayar varias improvisaciones, y de ahí nació su nuevo disco, «Himno vertical», del que ha dicho a EFE que lo empezó improvisando porque «es la obra la que me dice por dónde tengo que ir».
«Empezamos a quedar a ver qué surgía y las improvisaciones fueron extensas y contundentes; nos dimos cuenta rápido de que había una vía; coincidía además que los dos atravesábamos un momento de duelo, Pedro por la muerte de su padre y yo por la de mi prima, que era como una hermana, y los dos teníamos necesidad de conectarnos con ese canal del proceso creativo del que surgen planos más sutiles», ha explicado la cantaora de su último trabajo.
Cuenta lo que sale
Con ese sistema creativo ha grabado ya varios discos, aunque ha bromeado diciendo que «se cuenta siempre lo que sale y no se cuenta lo que no sale», pero sí que desde hace tiempo elude ponerse fechas, ni de estreno ni de cualquier otro tipo, porque «al final ese sistema acaba oprimiendo a la obra».
La cantaora se muestra convencida de que la obra está por encima del artista, y que ella se limita a ser «un canal» por el que la creación circula, como si ella se sintiera «atravesada» por lo que canta: «Soy bastante inquieta y tengo ese punto de búsqueda permanente, pero no fuerzo nada, intento estar receptiva a lo que va viniendo y cuando se dan situaciones y personas que te motivan y que te inspiran, que te hacen conocer partes tuyas que no conocías hasta el momento; ese es un hilo del que tirar», ha añadido sobre su sistema de trabajo.

Cantando desde los ocho años
Rocío Márquez vive en el campo, en el Aljarafe sevillano, desde hace ocho años, pero vivió en la sierra de Huelva de niña, y con quince años llegó a Sevilla: «No me recuerdo sin cantar, en peñas con ocho años y en escenarios con ocho o nueve», la misma edad con la que debutó en televisión, en el programa «Bravo, bravísimo», con un grupo que hizo en la peña flamenca de Huelva, para luego seguir en «Veo, veo» y «Lluvia de Estrellas».
Su vocación musical -también estudio Magisterio Musical y después Antropología- fue algo «latente desde primera hora», si bien sobre sus letras ha señalado que le cuesta mucho improvisar letras y música a la vez, y que cuando trabajaba con Pedro Rojas Ogáyar tenía el poemario del argentino Roberto Juarroz «Poesía vertical» como libro de cabecera, de ahí el guiño en el título de su disco.
Métrica flamenca
«Pero ese libro era de verso libre y yo necesitaba métrica flamenca o métrica a secas, y por eso fueron mutando los textos. Tengo la inmensa suerte de ser amiga de (la poeta) Carmen Camacho, a la que iro porque cada vez que toca algo lo convierte en oro, y sus correcciones dan justo en la tecla para hacer que vuele la palabra», ha explicado antes de confesar: «Me ha costado compartirme desde la escritura, por eso Carmen ha sido para mí un pilar fundamental, porque siempre me ha animado atreverme».
Aunque Rocío Márquez celebra con una risa abierta la pregunta de si es una mujer con poco miedo, luego se explica: «Intento que el miedo me limite lo menos posible cuando me acerco a un proyecto artístico. Siempre hay momentos de vértigo; por eso recurro a la idea de ser canal, me gusta decir que la obra no la he hecho yo sino que ha venido a través mía; de hecho en este disco se reflexiona mucho sobre la idea de autoría y sobre los procesos creativos».
Maneras nuevas
«Creo que todos esos miedos tienen más que ver con el ego, pero cuando tú sientes que lo que haces es canalizar algo se desvanece esa tensión. En otros trabajos ha estado más presente ese miedo a la desaprobación, pero al final te das cuenta de que eso tiene la importancia que tú quieras darle y que no puedes someter una obra artística al criterio de nadie, ni siquiera al tuyo; así acaba el disco precisamente: ‘No importa ni siquiera que lo comprenda yo'».
Se toma los palos flamencos como un punto de partida: «Me encanta conocer los códigos, conocer las estructuras y los estilos con nombres y apellidos porque me gusta conocer en profundidad el mundo que me ayuda a expresarme, pero siempre intento que eso sea un punto de partida y nunca una limitación».
«Es muy difícil que te vengan maneras nuevas de expresarte si no te permites dejar de identificarte con lo que has hecho hasta ahora; es difícil que la obra te pueda atravesar si la cargas de limitaciones; para que la obra esté por encima del artista, todas estas formas experimentales de la voz, de vocalizaciones, estos recursos vocales que a priori no están relacionamos con el flamenco no sé hasta qué punto podrían haberse dado si yo me identifico con lo que yo soy de antes».
«Hay que ser capaz de soltar lo que ya te ha funcionado para abrir otra nueva posibilidad», ha concluido. EFE