León, (EFE).- Aboubakar Gary, uno de los refugiados acogidos en el Chalé del Pozo, en Villaquilambre (León), el centro de ayuda humanitaria del Programa de Protección Internacional (PPI) de San Juan de Dios de León, huyó de la República Centroafricana, vía Mali y Mauritania.
Ello después de sufrir la amputación de varios dedos de una de sus manos como represalia a la labor política que desarrollaba su padre.

«A mi padre, que era político en la República Centroafricana, le estaban buscando», relata. No le encontraron, pero sí a su hermano –al que asesinaron- y a él –al que amputaron varios de los dedos de su mano. «Cuando hace frío siento mucho dolor», asegura en un comunicado de la Fundación San Juan de Dios de León.
Una semana de duro trayecto
En mitad de un violento conflicto entre las diversas facciones del país que no mostraba signos de detenerse, en 2014 tomó la determinación de irse de este pequeño país sin salida al mar y asentarse en Mali, pero allí la realidad no era mucho más esperanzadora.
Fue así como decidió buscarse la vida deseando tan sólo tener un poco de suerte y quizá, en un futuro, poder dedicarse al mundo del motor como «mecánico de coches».
«El trayecto (duró una semana) fue muy duro», señala este joven de 30 años, quien, tras arribar a El Hierro, fue trasladado a Tenerife para su acogida en un centro gestionado por la Asociación Comisión Católica Española de Migraciones (Accem).
Traumático viaje para Emile Djirú de Senegal
Otro de los refugiados acogidos en el Chalé del Pozo en León, Emile Djirú de Senegal, emigró en 2019 hacia Marruecos, donde vivió tres años hasta conseguir recursos para costearse la embarcación en la que llegar a España.
Un viaje más que premeditado que no por ello resultó sencillo. Y es que, aunque se echó al mar a bordo de una zodiac, recuerda el trayecto de tres días desde Tan Tan como un hecho “muy traumático”, ya que no contaba con nada que llevarse a la boca, además de haberse encontrado con unas condiciones muy adversas durante una dura travesía en la que no pocos subsaharianos pierden la vida.
Emile se vio forzado a dejar atrás Senegal -un país laico, pero con el islam como religión mayoritaria- cuando tras el fallecimiento de su madre en 2014, su padre –cristiano- decidió convertirse y casarse con una mujer musulmana.
«Él no aceptaba que no siguiera sus pasos y me golpeaba», explica en el comunicado un joven de 30 años que ningún domingo perdona su cita con la iglesia, a la que acude caminando desde el centro de ayuda humanitaria del Programa de Protección Internacional (PPI) de San Juan de Dios de León, que financia el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones.
«Me fui de M’Bour a la capital, a Dakar, con mi tía materna. Ella me pagó el billete a Marruecos», relata un joven que lleva «cinco años» sin abrazar a sus hermanas.
Refugiados se sienten bien acogidos en León
Es un hombre con experiencia en la construcción y en el montaje de pladur que espera poder trabajar pronto. También en León, una «ciudad tranquila» en la que se ha sentido «muy bien acogido».
Por su parte, Igor Mba, abogado del centro de ayuda humanitaria que San Juan de Dios de León gestiona en el antiguo Chale del Pozo, asevera que «todos los residentes son solicitantes de protección internacional y mayores de edad”.
De hecho, según apostilla, “ya se han recibido siete concesiones de asilo para personas de Mali”.
Historias «desgarradoras» entre los refugiados
Este trabajador, una de las 35 personas que han sido contratadas por San Juan de Dios de León para gestionar este centro, precisa que «algunas historias son desgarradoras».
Y es que este leonés, de padres originarios de Guinea Ecuatorial, se encarga de redactar los informes que acompañan a cada una de las peticiones: «Creo que el africano es fuerte, pero creo que lo es el ser humano en general. No somos conscientes de la capacidad que tenemos para superar las distintas situaciones de la vida».
El nuevo centro de ayuda humanitaria con 180 plazas se viene a sumar al que el Programa de Protección Internacional tiene en La Fontana de Armunia (76) y a un total de siete pisos (42), uno de ellos destinados a víctimas de violencia de género.
En lo que va de 2024 ha acompañado a 289 personas -208 en fase de acogida y 81 en fase de autonomía- de más de una veintena de nacionalidades.EFE