Barcelona, 22 ene. (EFE).- La Fiscalía pide 46 años y siete meses de cárcel para el joven acusado de asesinar en abril de 2023 al instructor de un club de tiro de Canovelles (Barcelona) e intentarlo con otro socio, antes de fugarse secuestrando sucesivamente a los viajeros de tres coches para llegar a Murcia, donde fue detenido.
En su escrito de acusación, adelantado por El País y al que ha tenido EFE, el ministerio público atribuye a Roger L., que estaba a punto de cumplir los 20 años, un delito de asesinato con alevosía, uno de tentativa de homicidio, uno de hurto agravado y cinco de detención ilegal, por lo que en total le pide 46 años y siete meses de cárcel e indemnizaciones que suman 288.000 euros.
Había preparado un «plan criminal»
Los hechos ocurrieron el 8 de abril de 2023 cuando, según la Fiscalía, Roger L. acudió por la tarde a las instalaciones del Club de Tiro de Precisión de Granollers, establecimiento propiedad de TDG SL, del que era socio, en el contexto de un «plan criminal» que había preparado y para el que necesitaba armas de fuego.
Por este motivo, el joven, para «fingir su verdadero propósito», estuvo realizando prácticas de tiro en una cabina con una pistola semiautomática, que luego devolvió, para recoger entonces, de manos del instructor de tiro al que acabaría matando, munición, un revólver Smith & Wesson y una semiautomática Daewo.
Con las nuevas armas y munición, Roger L. regresó a la cabina para continuar con las prácticas de tiro y, con el objetivo de «elegir el momento y situación que hicieran más sencillo su empeño criminal», empezó a vigilar los movimientos del instructor, que estaba realizando labores de limpieza y mantenimiento, sin que hubiera ninguna otra persona supervisando el comportamiento de los clientes.
Un ataque «inesperado y sorpresivo», con cinco disparos
Hacia las 19:25 horas, y por motivos que todavía no se han podido aclarar, Roger L. «aprovechó un momento» en que el instructor estaba barriendo la cabina y estaba de espaldas para «subrepticiamente acercarse a escasos metros de él y propinarle cinco disparos con el revólver», según la Fiscalía.
El instructor se desplomó en el suelo y falleció pocos minutos después debido a las heridas causadas por el arma de fuego.
Según la Fiscalía, la víctima «no tuvo oportunidad alguna de defensa eficaz por cuanto el ataque fue inesperado y sorpresivo, en un momento en que se encontraba de espaldas barriendo una cabina de la galería y sin que tuviera medio alguno de prever que fuera a recibir algún ataque, ni tampoco de reaccionar ante una agresión fulgurante con un arma de fuego».
En su escrito, la Fiscalía subraya «la falta de personal que realizara labores de vigilancia y supervisión de las personas que estaban realizando prácticas de tiro», lo que, «unido al hecho de que la propia víctima facilitara dos armas de fuego simultáneamente al acusado, coadyuvó a la forma en que se desarrollaron los hechos que acontecieron a partir de la agresión mortal».
Por este motivo, la Fiscalía considera que la empresa propietaria del Club de Tiro debe responder como responsable civil subsidiaria en el caso de que el acusado no pudiese afrontar las indemnizaciones si es condenado.
«Me han matado, me han disparado»
Casi a la misma hora, a las 19:27 horas, otro socio de la galería de tiro, que había estado practicando minutos antes y que estaba en el bar del establecimiento, se percató de que había olvidado sus gafas en la cabina, por lo que regresó y encontró al instructor tumbado en el suelo, boca abajo y con mucha sangre a su alrededor, balbuceando: «Me han matado, me han disparado».
El cliente fue en su ayuda, pero observó cómo Roger L., con quien había compartido prácticas de tiro, abandonaba de forma precipitada el lugar, por lo que decidió perseguirle.
Roger L. se percató de que estaba siendo seguido, se detuvo, se giró repentinamente y se colocó frente al otro cliente, cogió la semiautomática Daewo, le encañonó y accionó el mecanismo de disparo, aunque ya no le quedaba munición en la recámara, según la Fiscalía.
Al comprobar su disparo fallido, el acusado se detuvo bruscamente, resbaló y cayó al suelo, momento que el otro cliente aprovechó para parapetarse en los baños.
Una huida en tres vehículos hasta Murcia
Roger L. decidió entonces huir del lugar y para ello forzó que un vehículo que circulaba por la zona se detuviera y, tras subirse al coche, le gritó al conductor: «Corra, corra, apriete. Me quieren matar».
Sin embargo, la mujer del conductor le pidió que se bajara, ante lo que el acusado sacó lo que parecía un arma de fuego y le apuntó, con lo que les obligó a que le llevaran hasta una gasolinera cercana.
Allí se bajó del coche y obligó a una mujer que estaba repostando a que le sacara del lugar con su vehículo. Además, le cogió el teléfono móvil y comprobó si había alguna noticia sobre el suceso que acababa de protagonizar.
Con este vehículo llegó hasta las inmediaciones de un túnel de lavado, donde forzó a dos mujeres que iban en otro coche a que le llevaran hasta la estación de tren de Murcia, donde pudo ser detenido a las 8:30 horas del día siguiente.
Antes de ser detenido, Roger L. intentó sacar las armas que llevaba consigo, aunque no tuvo tiempo porque los agentes le redujeron.
En su escrito, la Fiscalía advierte sobre la «personalidad y peligrosidad criminal» del acusado, que permanece en prisión preventiva desde su arresto, por lo que sostiene que existe un peligro «fundado» de reiteración delictiva que hace «conveniente» inscribir su identificador de ADN en la base de datos policial. EFE