Jan Téllez Asensio
Barcelona (EFE).- Tras quince años investigando las violaciones en serie por las que fueron condenados Ahmed Tommouhi y Abderrazak Mounib, después exculpados, el periodista Braulio García Jaén reconstruye las consecuencias humanas «del mayor error judicial» de la democracia española: «Es inconcebible que un inocente pasara 15 años en la cárcel”.
Braulio García Jaén (Arcos de la Frontera, Cádiz, 1978) conversa con EFE sobre ‘Justicia Poética’ (Península, 2025), un libro que cuenta la historia de dos hombres marroquíes que no se conocían entre sí y que, después de llegar a España en busca de una vida mejor para sus familias, vieron cómo les condenaban por seis de las 17 violaciones cometidas en 1991 y en 1995 en Cataluña, de las que después se demostró que eran inocentes.
Se demostró años después que eran inocentes
Los dos hombres ingresaron en prisión en 1995 porque en la rueda de reconocimiento se parecían mucho a los autores de las agresiones sexuales y las víctimas los señalaron a ellos.
Cuando en 1997 se confirmó por pruebas de ADN que uno de los autores de las violaciones era otra persona, Tommouhi y Mounib siguieron en la cárcel -éste último murió encarcelado- pese a que no había pruebas concluyentes de que hubieran cometidos esos delitos más allá del señalamiento en una rueda de reconocimiento “plagada de irregularidades”, señala el periodista del diario El País García Jaén.
Casos llenos de contradicciones y lagunas
En 1991 y en 1995 se cometieron un total de 17 violaciones en serie; Tommouhi y Mounib fueron encarcelados en noviembre de 1991 como autores de media docena de estas pero, sin embargo, siguió habiendo más episodios de violaciones con el mismo patrón por las que nadie respondió.
“No es que fuera muy difícil que hubieran cometido las violaciones de 1995, es que era imposible porque solo salieron de prisión en furgones policiales para ir a juicio”, cuenta García Jaén.
En 1995, finalmente, fue detenido uno de los dos verdaderos violadores en serie, Antonio García Carbonell, al que después de encontrar una prueba de ADN que le inculpaba de una de las violaciones de 1991, le condenaron a 228 años de prisión.
El autor no será perseguido penalmente
Sin embargo, su cómplice nunca no fue detenido y salió impune de las 17 violaciones de las que, mantiene el periodista, probablemente era autor y que ya han prescrito, por lo que nunca será perseguido penalmente por estos crímenes.
“El mayor responsable es la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y su fiscal jefe de entonces, José María Mena”, porque en 1999 solo solicitaron el indulto para los dos hombres marroquíes en vez de investigar unas violaciones que en ese momento no habían prescrito, “para no reabrir sus propios errores”, argumenta García Jaén, que añade que si el ministerio público «hubiera querido resolver este caso, es muy probable que lo hubiera conseguido”.
Según el autor del libro, este caso demuestra “lo peligroso que es fiarlo todo a una rueda de reconocimiento”.
Las víctimas “no siempre son buenos testigos porque aunque hayan estado en el lugar de los hechos, estuvieron bajo condiciones de estrés y con consecuencias traumáticas”, lo cual hace que los señalamientos en rueda de reconocimiento “puedan ser erróneos”, explica el autor.
Dos vidas arruinadas entre rejas
Además, a nivel psicológico hay muchas formas de crear falsos recuerdos; por ejemplo, explica Braulio García, «si la policía muestra una imagen a la víctima insinuando que es el culpable, esa víctima probablemente creerá que esa persona es la culpable en vez de quien le agredió realmente».
Ahmed Tommouhi ha pasado 15 años en la cárcel, los últimos nueve después de que el Tribunal Supremo reconociera su inocencia y después de que la Fiscalía no quisiera reabrir la investigación para poderlo sacar de prisión; en 1999 le propusieron el indulto, pero lo rechazó porque “consideraba que eso era para los culpables y que él era inocente”, explica García Jaén.

Tommouhi llegó solo a España con 40 años para construir un futuro mejor para su familia, pero el ingreso en prisión “lo vivió como la destrucción de su vida trágicamente, porque no ha vuelto a ver a su mujer en estos 35 años, ni tampoco a su hija mayor”, detalla el autor del libro.
Mounid, que también ingresó en prisión, nunca llegó a salir. Murió el 26 de abril del 2000 en la cárcel de Can Brians de un infarto y “no volvió a ver el sol ni a su familia en libertad”, cuenta Jaén.
Su hija pequeña tenía cinco años cuando iba a ver a su padre a prisión, y él le contaba que estaba trabajando, pero las niñas de su clase le dijeron que era un violador, algo que “le sentó como si se le cayera el mundo encima a la hija”, explica el autor del libro.
Un sistema judicial decimonónico
García Jaén no cree que hubiera un claro racismo institucional, pero sí considera que influyó el hecho de que los señalados fueran inmigrantes marroquíes a la hora de buscar un culpable a toda costa: “En este tipo de crímenes que provocan tanta alarma social, el sistema tiende buscar una cabeza de turco”, asegura.
Por el número de personas condenadas (dos), los resultados que ha tenido para sus vidas (uno murió en la cárcel, el otro no ha podido reconstruir su vida) y los delitos que quedaron impunes (las 17 violaciones), este es “el mayor error judicial de la historia de la democracia española”, afirma Braulio García Jaén sin ningún miramiento.
También considera “injustificable” que se mantuviera durante tanto tiempo un modelo de revisión preconstitucional que daba muy poco margen a poder revisar sentencias erróneas porque se exigía evidenciar la inocencia, pese a que sea “metafísicamente imposible” demostrar que no has hecho algo, apunta García Jaén, que subraya que “nadie hizo su trabajo”.
Por esta razón, García Jaén investigó el caso hasta terminar escribiendo el libro: “La historia de ‘Justicia Poética’ es un ejercicio de memoria para no olvidar la vida de estos dos hombres inocentes y que sus historias no caigan en saco roto”, concluye. EFE