Jose Oliva | Barcelona (EFE).- La historiadora Isabel Segura Soriano recupera en un ensayo uno de los episodios más desconocidos de la historia de Barcelona, que narra la revuelta de mujeres en la Barcelona de 1789 por los precios abusivos de los alimentos, conocida como ‘Rebombori del pa’.
Publicado por el Ayuntamiento de la ciudad, el ensayo ‘El Rebombori del Pa. Barcelona 1789. Y quien empesso toda la bulla fueron las mujeres’ fija en más de 8.000 las personas que participaron en la revuelta.
En el siglo XVIII, la ciudad estaba dividida en dos Barcelonas rodeadas de dos recintos amurallados: los barrios que formaban parte de la antigua muralla de Jaime I, con muchos habitantes, y la Rambla hacia Montjuïc, delimitada por la muralla de Pedro III, con baja densidad de población.
En este contexto, se promovía la vida urbana y la gente empezaba a abandonar el campo, crecía el tráfico marítimo, aparecían nuevas manufacturas y se instalaban fábricas indianas, lo que provocó la necesidad de incrementar el número de viviendas.
La población, recuerda la autora, empezó a aumentar y se triplicó el número de habitantes desde el inicio del siglo con 45.172 hombres y 49.808 mujeres.

Imagen histórica de vendedores de pan en Barcelona (Proporcionada por el MUHBA)
Las casas tuvieron que adaptarse a este incremento de habitantes y eso aceleró la construcción y la utilización de materiales de mala calidad.
A esas deficiencias se sumaron, según Segura, la proliferación de malos olores por el desarrollo de las fábricas y el incremento de la producción, así como un exceso de suciedad, hasta el punto de que en 1788 se decretó que cada vecino debía hacerse responsable de su trozo respectivo de calzada.
Derribo de las murallas de la ciudad
En 1775, se inició el derribo de la muralla de la Rambla que dividía las dos Barcelonas y la expansión de la ciudad se abrió hacia la zona del Raval, especialmente a partir de 1786.
En Barcelona, los gremios de los oficios no permitían que las mujeres trabajaran, con la única excepción del de las bordadoras, y no fue hasta 1784 que el rey permitió que pudieran trabajar en las manufacturas de hilos y en otros artes, «siempre que fueran compatibles con el decoro y que las fuerzas se lo permitieran».
La mano de obra femenina aportaba, según la historiadora, beneficios como la reducción de costes, porque cobraban menos: «La revolución industrial, fundamentalmente textil, se hizo en base al trabajo -mal remunerado- de las mujeres», afirma.
Hasta finales del siglo XIX las revueltas populares espontáneas servían para expresar el malestar de la ciudadanía y un ejemplo tuvo lugar en 1788 cuando se produjo una mala cosecha de trigo y otros cereales en toda Europa.
‘Rebombori del pa’ de 1789
El entierro del rey Carlos III y la coronación de su hijo Carlos IV, que supusieron grandes dispendios para el pueblo barcelonés, coincidió con la subida del precio del pan, con lo que estalló el denominado ‘Rebombori del Pa’ en 1789.
El pan era uno de los alimentos fundamentales en aquella época, además de ser el producto con más peso en la dieta diaria popular y cuando se encareció empezó a escasear. Y a ello se sumó que el 7 de enero se produjo una gran nevada en la Ciudad Condal.
Hacía mucho frío y no había suficiente carbón para toda la ciudad, tampoco leña, y había carencia de aceite, madera, huevos, vino y carne, productos que subieron de precio.
Un edicto de Francisco González de Bassecourt, conde de El Asalto y presidente de la Real Audiencia, anunció la subida del precio del pan, que se incrementó en un 50 %.
Josefa Vilaret, pionera de la revuelta
Según Isabel Segura, Josefa Vilaret fue la primera persona que se rebeló y protestó quemando una barraca de venta de pan en la Boqueria, de donde partieron muchas mujeres hacia la plaza de Sant Agustí, que en el camino fueron recogiendo todo el pan que encontraron e incendiando las paradas donde se vendía.
Al día siguiente, la algarada ya no solo pedía la bajada del precio del pan, sino también del aceite, el vino y la carne, y se enfrentó con piedras a las tropas militares que respondieron con una masacre a golpe de sable de manera indiscriminada por parte de la caballería.
Al tercer día, el conde del Asalto emitió un bando restringiendo la libertad de movimientos y de circulación.
La noticia del ‘Rebombori’ de Barcelona se extendió por Martorell, Arenys, Sant Boi, Sant Feliu, Sabadell o Mataró, e incluso a Vic, donde duró meses hasta la llegada de las tropas de infantería de Guadalajara.
La sustitución del capitán general González de Bassecourt por Francisco Antonio de Lacy empeoró el ambiente, pues ordenó no respetar las concesiones y aplicar mayor agresividad: noventa personas fueron deportadas y se condenó a muerte a cinco hombres y una mujer, Josepa Vilaret, ejecutados en mayo de 1789.