David Álvarez | Barcelona (EFE).- Al valenciano Robert Juan-Cantavella, que acaba de publicar con la editorial Candaya su sexta novela, ‘Detente bala’, no le incomoda que califiquen su literatura de punk, «algo habrá», aunque sostiene que se adentraría en el universo más comercial si conociese los resortes para hacerlo.
«Si yo supiese dónde está el ‘mainstream’, me dejaría caer por allí», asegura en una entrevista con EFE que mantiene en el antiguo Instituto Mental de la Santa Creu de Barcelona, actualmente sede de distrito del ayuntamiento y biblioteca municipal, para rodearse de un ambiente como el que habita su último protagonista, Franco Piatkun.
En lo que fue el patio de aquella institución, Juan-Cantavella esquiva la etiqueta de escritor de culto, pero le cuesta encontrar una casilla en la que situar su obra.
«Yo no he descubierto todavía lo que se me da bien, aunque sigo buscando», señala. Para ‘Detente bala’, escoge el género de literatura epistolar.
Una novela epistolar en tiempos de Instragram
Piatkun, desde el sanatorio de Vulturó, un espacio que ya aparecía en otra de sus novelas, ‘Y el cielo era una bestia’, escribe diez cartas a escritores y cineastas legendarios, de Edgard Allan Poe a Werner Herzog, pero sobre todo a Nikolái Gógol.
«Es una novela epistolar en tiempos de Instagram», bromea Robert Juan-Cantavella, que justifica la elección del género en la necesidad de armar una historia sobre actores de novela, un concepto descabellado al que se da cabida en un contexto de sanatorio mental.
Franco Piatkun es uno de ellos o así lo explica, un intérprete al estilo de los del ámbito del cine, pero de personajes literarios y con una extensa carrera a sus espaldas.
Piatkun denuncia el plagio que ha descubierto entre escritores que utilizan los mismos ‘trucos’ a lo largo de la historia para armar sus novelas y da pie así a que Juan-Cantavella hable de la tradición literaria.
Robert Juan-Cantavella juega con la idea del plagio para relacionar a autores universales
«La idea del plagio es una forma de leer las relaciones que existen entre unas obras y otras», precisa el valenciano que, para ejecutar su trama, realizó un castin de autores universales.
La selección final ha tenido que ver con los escritores que le permitían el juego de conectar libros, como sucede con ‘El retrato’ de Gógol, ‘El retrato de Dorian Gray’ de Oscar Wilde y ‘El retrato oval’ de Allan Poe.
Ninguna autora, porque Franco Piatkun, traumatizado por su madre hasta perder la cordura, no puede trabajar con mujeres, «tiene miedo de ellas».
De los nombres que sí aparecen, el que más le interesa a Robert Juan-Cantavella es el de Nikolai Gógol «y esta novela es una carta de amor» que él le dedica, aunque la escriba un protagonista que odia al ucraniano.
Los ‘trucos’ de los escritores
Todos los escritores, según Juan-Cantavella, utilizan los ‘trucos’ de otros a lo largo de sus tramas, «un tránsito habitual de la tradición tanto en literatura como en el arte en general o en la ciencia, y es normal que sea así, pero era divertido plantearlo en términos de plagio».
A él le entretiene «el juego metaliterario», fichó a Franco Piatkun de ‘Y el cielo era una bestia’, donde ocupaba un papel muy secundario, y llega a exponer las notas de autor que el protagonista de ‘Detente bala’ plasma en sus cartas para no dejarse temas en el tintero.
La música que aparece es la de discoteca de finales de los 70 y principios de los 80, la que escucha a escondidas Piatkun en su época de monaguillo.
Aquellas canciones contribuyen a dotar a la novela de una pátina «grotesca», porque a su autor le interesaba en este último libro «el manejo del humor como una forma de armar la prosa».
Sin redes sociales
Desde las editoriales, le animan a disponer de redes sociales, una ayuda en toda promoción, pero este valenciano, nacido en Almassora en 1976 y afincado desde hace años en Barcelona, carece de ellas.
«Eso de tener que dar tu opinión y darla tantas veces no va conmigo, yo no tengo tantas opiniones que dar ni las genero de una forma tan rápida», señala.
Ya está enfrascado en un nuevo proyecto y esta vez no será «una novela sobre novelas», aunque ironiza con que «jugar con novelitas» le distrae.
«A veces me han dicho que escribo libros extraños y eso me lo tomo como un cumplido», concluye un autor que ejerce también de traductor y profesor literario.
Nunca ha vivido en exclusiva de su propia obra, la justificación de Robert Juan-Cantavella para no cerrarle la puerta a la literatura para mayorías si surgiera la ocasión: «A ver qué tal se respira por allí, aunque ni sé por dónde para». EFE