Ángel Bustamante Amenabar (dcha) junto a observa una de las más de 200.000 imágenes que captó su padre, Horacio Bustamante Hurtado, junto a su hermano Ángel y que ahora se exponen en Torrelavega (Cantabria) para mostrar el trabajo de esos pioneros de la imagen tras la II Guerra Mundial. Le acompañan, dos de los comisarios de la muestra, Feliciano López (i), y Pepe Terán. EFE/ Javier Paradelo.

Las 200.000 fotografías del archivo de dos hermanos que contaron la historia de Torrelavega

Torrelavega (EFE).- El archivo fotográfico de los hermanos Bustamante Hurtado, Ángel (1918-1989) y Horacio (1922-1999), es la memoria viva compartida de la ciudad de Torrelavega, con 200.000 imágenes tomadas tras finalizar la II Guerra Mundial y que muestran la dura situación que vivía España.

Ahora, una exposición con más de un centenar de imágenes seleccionadas de ese archivo permite conocer y revisar la historia de Torrelavega entre 1946 y 1950, una época crucial en el desarrollo de esta urbe, pero también permite quiénes fueron esos pioneros de la fotografía.

La muestra está abierta al público en el Centro Nacional de Fotografía (CNfoto) de Torrelavega hasta el 8 de septiembre, y va acompañada de un fotolibro que repasa la trayectoria de los hermanos.

Horacio Bustamante Hurtado fue galardonado en 1984 con la Medalla de Plata de la Agencia EFE, para la que comenzó a colaborar en 1945 a través de Cifra Gráfica, casi con toda probabilidad con alguna imagen sobre algún acontecimiento local de alcance nacional.

Desde el revelado en farmacias

Así recuerda, en una entrevista con EFE, su hijo Ángel ‘Gelo’ Bustamante Amenábar la carrera profesional de su padre, que en los años 40 en Torrelavega no contaba con tiendas de fotografía y tenía acudir para revelar sus negativos a las droguerías y las farmacias.

Tras aprender el oficio, Ángel y Horacio abrieron en abril de 1944 la primera tienda de fotografía de concepto moderno en la ciudad, en la calle José María de Pereda, aunque poco antes ya habían iniciado su archivo con imágenes de romerías y acontecimientos sociales por los pueblos cercanos a Torrelavega.

Su tienda fue una gran novedad para una ciudad que intentaba crecer en medio de la escasez, ya que el establecimiento era a la vez estudio donde se hacían fotografías, se vendían máquinas y era posible encargar reportajes de tal o cual acontecimiento social o religioso.

Con aquellos escasos medios, tanto de cámaras, objetivos, papel o químicos, los hermanos comenzaron a engrandecer su archivo de valiosas fotografías que documentan hoy en día las formas de vida, costumbres y singularidades de la ciudad de Torrelavega y sus municipios colindantes.

Para ‘Gelo’ Bustamante, la exposición y el libro es un doble homenaje. Por un lado, hacia las gentes que colaboraron en lo que hoy Torrelavega y por otro, es un reconocimiento a una dedicada profesión de su padre y su tío, que supieron dar la necesaria importancia a lo que estaban haciendo y, quizás, conscientes del legado que dejaban a las generaciones futuras.

El comisario de la muestra, Feliciano López, explica a EFE que la muestra recoge todos los acontecimientos sociales y políticos del momento, pero también la vida religiosa y laboral, e incluso las conocidas fotografía de difuntos.

El último recuerdo familiar

Esta fue una práctica común realizada por los hermanos a requerimiento de los familiares de los seres queridos, que tenían en la fotografía el último recurso para guardar el recuerdo del familiar, pero que era una práctica prohibida en las grandes capitales, aunque en Torrelavega se mantuvo hasta los años 60.

Para Feliciano Pérez, los hermanos Bustamente Hurtado fueron esenciales para los profesionales que les sucedieron porque con sus trabajos crearon un estilo fotográfico propio, consistente en ambientar ese retrato o escena tanto en la calle como en su estudio.

Ello permite ahora saber quién era el persona, qué hacía ese personaje y dónde se encontraba, lo que amplía el valor documental de este ingente archivo que abarca casi medio siglo de vida de Torrelavega, casi siempre retratada con aquellas míticas cámaras Contax y el papel fotográfico Valca.

Por Javier G. Paradelo.