Ana Santana
Santa Cruz de Tenerife (EFE).- A finales del siglo XVIII en Tenerife era frecuente el trabajo infantil, sobre todo a partir de los 10 años, una actividad en la que comenzaban antes las niñas, por la fuerte demanda de la industria textil, mientras que los varones se iniciaban algo más tarde en el cuidado del ganado menor.
Son datos que ha divulgado la historiadora de la Universidade de Santiago de Compostela Paula Barbero en su tesis doctoral «La Historia de la Familia en Tenerife al final del Antiguo Régimen», dirigida por el profesor Isidro Dubert, y cuyos pormenores ha detallado en una entrevista a EFE.
Otro resultado destacado en la investigación es que en 1779 las tasas de actividad laboral femeninas en Tenerife eran muy elevadas: se situaban por encima del 80%, más altas que las obtenidas en otros territorios de la época y, lo que es más, «estaban muy próximas a las tasas de actividad laboral masculina isleñas».
La investigadora consultó el padrón de habitantes de 1779, realizado por la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife.
Se trata de una fuente única en su género «ya que no solo estamos ante una lista de habitantes organizada por hogares, sino que además contiene las edades, las profesiones, los destinos y la posesión de bienes de los individuos empadronados».
EL VALOR DEL PADRÓN
Basta con la siguiente transcripción de uno de sus hogares para apreciar su valor: en Vilaflor, en la calle del Calzado, en el hogar de Francisco Leonardo Viera de 54 años, «ausente en Indias», encontramos a María García, su esposa de 52 años, que «sabe tejer y educa a su familia». Sus hijos eran María García de 28 años, José Lázaro de 25 años, también «ausente en Indias», Rita de 20 años, que sabía hilar, Agustín de 18 años, que era pastor y Nicolás de 14 años. Esta casa fue registrada como «pobre».
El valor de esta fuente explica que se haya procedido a vaciar en una base de datos nominativa la totalidad del contenido de dicho padrón «haciéndonos con la información más variada de unos 7.800 hogares y unos 33.800 habitantes».
También utilizó datos de los padrones de La Laguna (1776 y 1835), Tegueste (1848), y el padrón de Tenerife de 1845. Un esfuerzo que supuso informatizar el 54,4% de los aproximadamente 11.002 hogares que conforman el citado padrón de 1845, es decir, 6.000 hogares y un total de 26.000 habitantes, y para los padrones restantes se vació íntegramente su contenido, lo que supuso disponer de la información de 3.200 hogares y 15.000 individuos.
El análisis sistemático de estas fuentes indica que 10 años era la edad de al mundo laboral, cuya participación se iba intensificando a medida que los pequeños cumplían más años, expone Paula Barbero, quien publica este mes el artículo sobre el trabajo infantil en Tenerife en la revista especializada Ohm: Obradoiro de Historia Moderna.
El trabajo infantil era más frecuente en los grupos domésticos que tenían un mayor número de hijos e hijas y en familias que poseían algún tipo de propiedad, caso de los labradores o los artesanos que empleaban la mano de obra infantil para evitar la contratación de criados y criadas.
Así, en 1779 un 22,1% de los menores de 16 años declaraban realizar al menos una actividad remunerada, pues la insuficiencia de los salarios masculinos y femeninos explica que todos los del hogar colaborasen en el sostén de la familia, incluidos los niños y las niñas.
Desde una edad verdaderamente temprana los niños y las niñas aprendían un oficio acompañando a sus padres, madres y hermanos o hermanas mayores en sus quehaceres diarios.
LA EMIGRACIÓN MASCULINA
Además, entre los siglos XVIII-XIX en Tenerife hubo una emigración masculina especialmente fuerte en las zonas rurales del norte hacia América.
Esto supuso que la salida de los jóvenes solteros tuviera un fuerte impacto en la vida demográfica de la isla, pues su ausencia elevaba los niveles de soltería femenina y la marcha de los casados tenía implicaciones a nivel familiar, ya que los cabezas de casa transferían las jefaturas familiares a sus esposas, quedando estas a cargo del agregado doméstico y del cuidado de sus hijos e hijas.
Fue así que estas mujeres ganaron una cierta autonomía al tener que buscar recursos económicos para poder mantener su hogar, apoyándose para ello, además, en el trabajo que podía realizar su prole, añade Paula Barbero, que presentará su trabajo el 17 de octubre en una conferencia en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, que se podrá además ver en el canal de YouTube de esta institución.
También se produjo una inmigración de carácter laboral protagonizada mayoritariamente por jóvenes solteras de origen campesino que se dirigían a trabajar a las ciudades de La Laguna, Santa Cruz o La Orotava.
Todo esto ayuda a entender que en 1779 un 34% de los hogares rurales tenían a una mujer al frente, un porcentaje muy elevado, superior al encontrado en otros territorios con fuerte emigración, y muy próximos, incluso, al registrado en las ciudades, es decir, donde era norma que las mujeres dirigieran los hogares.
Paula Barbero considera que esta investigación debería ser ampliada en un futuro para poder seguir indagando sobre asuntos como la importancia del trabajo infantil y femenino en el ámbito urbano de Tenerife durante el siglo XIX, y comenzar a profundizar en el estudio de la vida familiar y la historia social del trabajo entre los siglos XVI-XX, de todas y cada una de las islas, gracias a la documentación histórica que se conserva en los archivos insulares.