Cristina Magdaleno
Santa Cruz de Tenerife, 28 oct (EFE).- Han dejado sus trabajos para hacer un ‘all in’ y vivir por, para y de la música y se encuentran en un momento dulce, con una gira repleta de fechas, un primer disco bajo el brazo y la certeza de que pronto, en 2025, habrá que ir en la búsqueda de un segundo.
Alcalá Norte aterriza en Tenerife este 2 de noviembre todavía con cerca de 20 citas por delante antes de que acabe el año y la sensación de que estar en una etapa aún embrionaria no les impide soñar con lo que puede venir en 2025: un disco nuevo y, «por qué no soñar a lo grande», el salto a Latinoamérica.
Es lo que cuenta en una entrevista telefónica con EFE el vocalista, Álvaro Rivas (Madrid, 1995), que ite que durante este apabullamiento de fechas y bolos por España se encuentra en un pequeño «parón creativo» que, aunque no le preocupa, está ahí.
«Estoy un poco apagado, tampoco pasa nada, estoy centrado en otras cosas y sé que volveré a conectar con ello. Tenemos un archivo de letras que escribí en momentos más prolíficos que podrían explorarse, pero hasta que no conecte con eso no creo que empiecen a brotar canciones como cuando salían una detrás de otra. Tenemos que ponernos las pilas de nuevo, porque durante el 2025 hay que grabar disco», apunta.
Rivas, que durante la llamada se está preparando para ir a ensayar con su grupo a la mítica sala madrileña Joy Eslava, hoy Teatro Eslava, donde tocan dos noches para las que vendieron todas las entradas el día de su puesta a la venta, ite que se asustaron cuando en mayo planificaron las fechas para el resto del año y vieron que iba a ser muy difícil compaginarlo con sus trabajos del día a día.
«Pensábamos: ‘Dios mío, ¿cuándo va a parar esto? ¿Seremos capaces de conjugar una responsabilidad de lunes a viernes con esta tralla todos los fines de semana?’ La respuesta a esa pregunta fue clara: pues no, no se puede», rememora el cantante.
Mientras, siguen con un sello «que no es tan pequeño, pero que lo es para los estándares de la industria», Balaunka, con unas condiciones y trato «muy ventajosos» para la banda para lo que es habitual en ese mercado, señala.
Cuando llegue el segundo disco, y si esas puertas en América se abren, desliza Rivas, serán factores a tener en cuenta para tomar decisiones, pero de momento asevera que están agradecidos a esta pequeña discográfica, que también les ayuda con temas de contratación.
El «batiburrillo» de influencias
Sobre la explosividad de estos primeros éxitos, Rivas lo achaca a un primer disco que «suena y resuena bien», especialmente con generaciones previas a la suya. Un «batiburrillo de influencias» entre las que cita el post-punk, el rock español de Burning y Los Suaves y algo de britpop.
«Supongo que recordamos a muchos estilos y muchas bandas que han sido importantes en la vida de muchas personas de distintas generaciones, pero que a su vez, en nuestra mezcla, hacemos algo que se diferencia de todas nuestras influencias. Creo que eso es lo que ha obrado el milagro», resume Rivas, que confiesa que a veces le «fastidia» que entre esas referencias se incluya a Los Smiths, porque a él no le fascinan.
«Pero a otros componentes de la banda sí, está ahí y me la tengo que comer», concede.
De Burning, quizá la referencia más repetida, explica que fue el batería, Jaime Barbosa, el que le hizo «burningmaniaco» y dice haber disfrutado con la reciente publicación de la maqueta perdida del vocalista primigenio, Toño Martín, ‘Muerde la bala’.
«Toño, su deje, su manera de cantar, sí que ha sido una cosa en la que me he fijado, su manera de pronunciar, que siempre me ha hecho mucha gracia cómo dice algunas consonantes y cosas así. Ha sido inconsciente pero me doy cuenta de que le pongo una chulería que luego sí que veo en él», apostilla.
Peregrinaje por las salas
Rivas es consciente de que, por muy rápido que haya sucedido todo, hay ciertos pasos que no deben saltarse, como la peregrinación por el mapa de salas de Madrid, Barcelona y provincias varias. Cuestionado por si nota que esa escena se ha diluido, apunta que no tiene esa sensación en grandes ciudades.
Sí es habitual, expresa, que cada vez que no encuentran lugar para tocar en ciertos sitios, sus seguidores rememoren «de manera amarga» cómo hace diez años sí había una sala concreta que ya ha desaparecido.
«Sabíamos que no íbamos a ningún lado si no nos hacíamos fuertes en las salas de todas las ciudades de España que pudiésemos visitar. Sentimos que ahí es donde se genera esa conexión con la audiencia local que luego puede llevarte a festivales, por ejemplo. Es un rodaje completamente necesario para una banda de rock. Tenemos que pasar por pegarnos con 40 técnicos de 40 salas distintas, cargando nuestros propios instrumentos y saludando a 200 personas al acabar», manifiesta Álvaro Rivas.
Preguntado por si ven bandas a su alrededor con las que compartir momento vital, como por ejemplo Biznaga, Rivas considera que han tenido mucha suerte de que, habiendo publicado un solo disco, estén posicionados a la par con bandas que les llevan bastante ventaja.
«Para mí es un flipe si alguien nos compara con Biznaga, porque los veo ultraconsolidados, con un directo aplastante y audiencia fiel de años, aunque es verdad que si miras su gira y la nuestra son similares, porque vamos a las mismas salas en las distintas provincias. Te concedo que hay similitudes, pero ahí lo que me toca es agachar la cabeza y decir: Biznaga son mis padres», matiza Rivas.
Además, el cantante defiende los precios de sus conciertos, que oscilan de los 14 euros que cobrarán por acudir en Tenerife a los 20 euros que costaba verles en Oviedo, un precio por el que pensó que le lloverían críticas, algo que no sucedió.
«Aprendí a ver que es lo que hay, que 20 euros es lo que tienes que cobrar si quieres que una visita a una ciudad no te salga a pagar. Son ocho sueldos», expone Rivas, que sí ve algo más cuestionable haya artistas cobrando 150 euros por una espectáculo, el precio habitual de las giras masivas en estadios. EFE