Madrid (EFE).- Ante el progresivo deterioro de los arrecifes naturales, los artificiales «pueden ser una herramienta muy beneficiosa” si está bien empleada, dice a EFE Max Rota, director general de Natural Art Reef, compañía dedicada a la construcción e implantación de arrecifes artificiales submarinos confeccionados con materiales no contaminantes.
La idea es impulsar la conservación y regeneración de flora y fauna marinas, desarrollando su labor de acuerdo con «las variables ambientales y los impactos humanos en cada lugar concreto”. Esto ayuda a recuperar unos ecosistemas muy amenazados, los arrecifes, cuyo día se conmemora este mismo domingo.
La jornada se creó en 1997 a expensas de la Iniciativa Internacional de los Arrecifes de Coral (ICRI por sus siglas en inglés) con objeto de llamar la atención sobre la decadencia de estos ecosistemas generadores y conservadores de biodiversidad pero muy vulnerables ante amenazas tan diversas como la intensificación de los temporales, la sobrepesca, el aumento de la erosión costera o la contaminación.

El aumento de las temperaturas, por ejemplo, lleva a los corales a desprenderse de las algas simbiontes que les dotan de sus característicos colores y la acidificación del agua impide la correcta formación de sus esqueletos: todo ello limita sus opciones de supervivencia.
Restauración sí, pero…
Conociendo las características concretas de una zona afectada «es posible ubicar arrecifes artificiales incluso más resilientes que los naturales» con capacidad para refugio de la biodiversidad y para la investigación marina, añade Rota, quien cita el caso de ‘El Biotop’, elemento de 20 metros ubicado por su entidad en la localidad de Torredembarra (Tarragona) que ha permitido «recuperar especies que hacía 30 años habían desaparecido de la zona, como los mejillones».
Ahora bien, la restauración «no tiene sentido si no se ha eliminado antes el impacto que degradó el hábitat afectado», puesto que eliminar los efectos pero no las causas de un problema volverán a reproducirlo tarde o temprano y «el peso de las actividades socioeconómicas» impide muchas veces que la premisa se cumpla.
Por ello es necesario estudiar los efectos de la actividad humana en cada escenario específico antes de plantear una solución de restauración eficiente, que incluya además materiales «fácilmente reconocibles y colonizables por la vida marina» como el carbonato cálcico compuesto por restos de sustrato marino.
Porque, como indica Rota, «si tiras una lavadora al mar van a salir algas, pero una lavadora no hace nada ahí abajo”.
Apuesta por lo natural
Óscar Esparza, especialista del programa marino del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), considera sin embargo que “es mucho más efectivo proteger los arrecifes naturales que construir arrecifes artificiales” porque si estos son mal empleados pueden alterar de forma negativa el medio natural y “agravar la erosión costera al modificar las corrientes o las dinámicas sedimentarias”.

Es lo que sucedió a finales del siglo pasado cuando la istración española intentó aplicarlos pero «de manera inadecuada» debido a un «escaso estudio de cada zona y la falta de objetivos concretos», por lo que «no dio los resultados esperados».
Para Esparza, la «primera línea de actuación» es la designación de espacios marinos protegidos, acompañados con medidas de gestión preventivas y proactivas que garanticen la eficacia de esa protección.
También apuesta por la restauración a partir de elementos propios del ecosistema, como corales arrancados por la actividad pesquera, que “se pueden recuperar en acuarios y pueden ser reinsertados en los arrecifes por parte de los mismos pescadores”.
Todo ello sin olvidar «la participación de la población costera y los sectores socioeconómicos relacionados con el mar”, más allá del apoyo de la istración, explicando que “las zonas protegidas pueden ser motores para regenerar caladeros de pesca” entre otros impulsos económicos.