Santander (EFE).- La Asociación para la Defensa de los Recursos Naturales de Cantabria, Arca, conmemora sus cuarenta años de vida, cuatro décadas en los que se ha convertido en referente en la lucha contra la «brutalización» del territorio, fruto de unos políticos que «siguen sin protegerlo».
Esta es la visión de su secretario y portavoz, Carlos García, quien, en una entrevista con EFE, recuerda que Arca nació para pelear por la protección de los bosques y las montañas de Cantabria.
Con el tiempo tuvo que mirar a unos desarrollos urbanísticos «abusivos» en la costa cántabra, un terreno en el que esta asociación ha conseguido sus ‘grandes éxitos’, según su portavoz.
Entre esos hitos están las sentencias firmes de derribo de los apartamentos de la Playa de La Arena, en el municipio de Arnuero, que no se ha ejecutado pese a haber sido confirmada por el Tribunal Supremo, o de la urbanización de El Cuco, en Piélagos, ejecutada en parte.
Son solo dos ejemplos, los más conocidos por su repercusión mediática, de las victorias judiciales que Arca ha obtenido en los últimos veinte años contra la construcción de urbanizaciones ilegales en una docena de municipios del litoral de Cantabria.
«Hubo una época en la que Cantabria solo salía en las informaciones a nivel nacional por las sentencias de derribo», rememora García.
La ardilla, el urogallo y el acebo
Aunque celebra sus cuarenta años de vida, Arca nació en la primavera de 1984 de la mano de un grupo de jóvenes de distintas profesiones, pero con una conciencia de protección de la naturaleza y opuesta a lo que se estaba haciendo en los bosque con «talas en matarrasa» o en los ríos.
También rechazaban el modelo urbanístico enfocado al turismo de costa.
«Había una conciencia mayor que hoy de lo que se conocía, que era lo que se pisaba, lo que la gente pisaba en fines de semana cuando salía de excursión, que era la montaña y la costa», explica García.
El origen de la asociación estuvo en unas jornadas en Cabezón de la Sal para hablar de la gestión de bosques, que reunió a jóvenes «dialogantes», pero también «combativos» en la lucha medioambiental y sin vinculación política, que pusieron en marcha campañas de concienciación, algunas con mucho éxito.
Entre ellas hubo una para la protección de la ardilla, otra para el urogallo y la tercera contra la venta de acebos en Navidad.
Esas campañas dieron visibilidad a la asociación con el apoyo, en la última de ellas, del entonces alcalde de Santander, Juan Hormaechea, y luego presidente de Cantabria, a quien más tarde este colectivo se enfrentó por su postura de permitir construir en toda la costa.

Transversalidad y sentido común
La visibilidad inicial con campañas enfocadas más al medio ambiente, facilitó que Arca diese un giro en la protección del territorio hacia el urbanismo.
El objetivo era hacer ver a ciudadanos y políticos «las cosas de otra manera» y que «no se puede brutalizar» el territorio, como se había hecho en el Parque Natural de las marismas de Santoña o en gran parte del litoral cántabro.
Esa fue para Carlos García una de las victorias más significativas de Arca en estas cuatro décadas, en las que recuerda frases de políticos y activistas referidos a la asociación como «los que ordenan el territorio en Cantabria son el Tribunal Supremo y Arca».
«Lo más importante es marcar un referente de independencia, de actividad y de transversalidad, que es lo que estamos haciendo desde que nacimos, junto a nuestro sentido común», resume García, quien, pese a lo logrado hasta ahora, no es optimista sobre el compromiso de los políticos cántabros con la protección del territorio.
En su opinión, los grandes partidos de la región «están aliados» con el «maltrato» a la región, incluso los de generaciones más jóvenes, que «miran para otro lado» y están «igual o peor» que sus mayores, con el mismo «problema de concepción del poder y de la política. «Tenemos unos políticos que no aman a su territorio, sino que tienen amistades», asevera.
El futuro es ahora
Esa visión hace que considere que el futuro de la protección del territorio en Cantabria está en manos de sus ciudadanos y en su capacidad para seguir movilizándose contra aquellos proyectos que lo dañan.
Por ello, alaba movilizaciones como contra los proyectos eólicos o para un buen uso de del parque natural de Oyambre, con ciudadanos que salen a protestar «con independencia de su voto».
En alguna de estas movilizaciones, sus organizadores piden el apoyo o el consejo de Arca por su experiencia, que les guía sin tener protagonismo.
«El mejor futuro se hace en el presente, y nosotros siempre hemos estado haciendo intensamente el presente. No sabíamos lo que íbamos a durar cuando cumplimos diez años y llevamos ya cuarenta, es increíble», incide Carlos García, que concluye con un llamamiento a los cántabros para que «marquen el camino a sus políticos».