El público podía probar a tocar varias campanas. EFE/María Montoya

Campaneros, de labor imprescindible a tradición inusual con orgullo en Navarra

Pamplona (EFE).- La imprescindible labor de los campaneros, que durante siglos tañeron las campanas de las iglesias para avisar de las misas y celebraciones, pero también de otros acontecimientos, ha caído en el desuso por la mecanización de estos elementos. No obstante, continúa en activo en momentos especiales gracias al orgullo con el que sus defensores siguen la tradición.

Así se ha puesto de manifiesto este domingo en Pamplona, donde con ocasión del homenaje que esta tarde se les rinde en la parroquia de San Lorenzo en el marco del quinto peldaño sanferminero (el que como marca la canción celebra la cercanía de los Sanfermines el 1 de enero, 2 de febrero, 3 de marzo…) se ha celebrado el VI Encuentro de Campaneros de Navarra con medio centenar de representantes.

Ha sido en la Plaza de las Recoletas, tras bandear a mano las campanas de San Lorenzo, parroquia que acoge la talla de San Fermín, en tres ocasiones para llamar a misa de mediodía. Sin embargo, la fiesta ha estado sobre todo afuera, donde tras un almuerzo popular, han instalado varias campanas para que quien se animara pudiera probar a tocar.

La txalaparta y las campanas se fusionan

Pese a que una de ellas ha caído al suelo y ha perdido el soporte necesario para ser utilizada hoy, el programa ha seguido con otras campanas con las que se ha podido completar el «experimento sonoro» preparado para esta cita. Era una «Ezkilparta», palabra inventada para la ocasión que definía la fusión de txalaparta y campanas que han complementado sus sonidos y su ritmo para aplauso de los presentes.

Imagen del encuentro de Campaneros de Navarra
Una campanera a la izquierda y dos txalapartaris a la derecha interpretan una “Ezkilparta”. EFE/María Montoya

El portavoz de la Asociación Navarra de Campaneros, Joaquín Corcuera, ha valorado a los periodistas esta reunión de voluntarios de toda Navarra, «sin oficio ni beneficio, al menos económico», ha dicho con humor tras defender que les une «el deseo de mantener el toque manual de las campanas».

«A veces no queda más remedio que poner campanas automáticas, pero pedimos que sea con una solución que no impida el toque manual, porque no tiene comparación» con la otra modalidad.

Lo saben los campaneros llegados hoy a Pamplona desde Artajona, Allo, Zariquiegui, Santacara, Olazagutia, Ziordia, Lakuntza, Alsasua o Gazolaz. Todo, unidos por esta tradición que defienden frente a la mecanización de las campanas. «Es como escribir a mano o con ordenador», que la grafía del primero es personalizada y la del segundo universal.

Tocar a mano lleva firma

Así, hay toques específicos de cada localidad, toques para hombres y mujeres, con dos campanas o con una sola, ha advertido Corcuera. Asegura además que en el sonido del toque manual se nota que quien tañe «está más triste o más contento, lo hace mejor o lo hace peor… O si hay un campanero nuevo enseguida se nota porque el que oye las campanas todos los días en su pueblo sabe cómo suena y distingue perfectamente cómo son los toques», algo que no ocurre con un lo programado y estándar.

Por su parte, el presidente de los Campaneros de Navarra, José Javier Urdiroz, ha recordado el hito que supuso que la UNESCO reconociera hace dos años el toque manual de campanas como Patrimonio Cultural de la Humanidad, «un logro y reconocimiento enorme para nosotros, que nos da fuerza y más ganas de seguir» y «protege» esta tradición.

Imagen de la Iglesia de San Lorenzo
Las campanas de la Iglesia de San Lorenzo han presidido el encuentro. EFE/María Montoya

También ha acudido al lugar el campanero más veterano en activo en la Catedral de Pamplona, «el más viejo», ha insistido en presentarse Juanma Urtasun, de 81 años. Ha recordado que «de muy crío» ya subió a pie los 151 escalones que hay hasta acceder a la campana María, la que aún hoy en día sigue tocando en jornadas especiales y que es la mayor de España en funcionamiento.

Con unas 11 toneladas de peso y un badajo de 248 kilos, es una campana que hay que tocarla entre dos personas, aunque Urtasun lo ha hecho solo «más de una vez, pero hay que sudar mucho».

La satisfacción de tocar las campanas no tiene edad

Preguntado por la motivación hoy en día de un campanero, responde a su vez con preguntas: «¿Qué satisfacción le da a un montañero subir al monte allá arriba? ¿Qué satisfacción le da a un corredor del encierro cuando ve pasar la máquina del tren que es la manada de los toros?».

Y así seguirá «hasta que el cuerpo aguante», asegura con una agenda en su cabeza muy clara de los días festivos que se avecinan. En todos estará tocando las campanas de la Catedral de Pamplona.

A su vera estaba hoy Max Spinu, vecino de Olazagutía de 13 años y de origen moldavo, quien toca desde los 9 años. Fue entonces cuando su amigo Ángel Herrero le invitó a probar y se enganchó. «Empecé a ir todos los domingos. Es como si fuese una misión de los campaneros, pero lo siento como algo alegre y bonito que me gusta».