Monumento a los Caídos de Pamplona sobre cuyo futuro y sobre el acuerdo al que llegaron Bildu, PSN y Geroa Bai para resignificarlo. EFE/Iñaki Porto

Europa ante las huellas de dictaduras: cómo se han abordado casos como el de los Caídos

Pamplona (EFE).- La Casa del Fascio, la antigua sede del Partido Fascista de Bolzano (Italia), tiene un bajorrelieve de 36 metros de largo y más de dos metros y medio de alto con Benito Mussolini a caballo en el centro. Bajo el animal reza el dogma ‘Creer, obedecer, luchar’. Sin embargo, hay otra frase delante, pronunciada por la filósofa Hannah Arendt, escrita en ladino, alemán e italiano: ‘Nadie tiene derecho a obedecer’.

El arquitecto Javier Torrens ilustra, en una entrevista con EFE, con este ejemplo de sutileza, cómo han atajado diferentes países de Europa las numerosas obras monumentales que dejaron tras de sí los regímenes totalitarios.

“Europa tiene una largo tradición de dictaduras. La primera fue la soviética de 1917; después, llegó Mussolini en 1922; luego, la de Hitler en 1933 y, a continuación, Franco, con una dictadura muy férrea. Después de la II Guerra Mundial, aparecieron dictaduras de corte soviético en la Europa del este. Hubo en Hungría, Albania y Rumania, que son las más famosas”, explica.

El pamplonés, nacido en 1951, expone una recopilación extensa de edificios de simbología fascista que fueron reconvertidos al inicio del debate impulsado por el Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro en el que hubo opiniones de todo tipo entre los arquitectos. “La tendencia en Europa ha sido reconvertir, no destruir”, asegura Torrens, quien destaca el caso de Alemania como ejemplar en este sentido.

“Han planteado muy pronto los temas de debate de todo tipo. Alemania no quería que esos espacios se convirtieran en centro de peregrinación nazi y se han tomado muchas decisiones desde los años 90, tras la caída del muro de Berlín y la reunificación. Sin embargo, resulta que aquí la dictadura de Franco acabó en el 75 y ahora estamos discutiendo si los Caídos se derriba o se resignifica”, señala.

El estadio Olímpico de Berlín

Algunos de los ejemplos que cita son el estadio Olímpico de Berlín, que albergó la Olimpiadas de 1936, y que en la actualidad funciona principalmente como campo de fútbol; el Reichsbank, que Hitler metió mano al diseño, ahora sede del Ministerio del Ministerio de Asuntos Exteriores y el Ministerio de la Luftwaffe, de Göring, que hoy día acoge Ministerio Federal de Finanzas. “Ambos edificios sobrevivieron a los bombardeos de la ciudad y decidieron aprovecharlos”, comenta el arquitecto.

Caídos
El arquitecto Javier Torrens habla en una entrevista a EFE sobre el futuro del Monumento a los Caídos de Pamplona. EFE/Iñaki Porto

Un caso proveniente de la época en la que Berlín se dividía en dos es una estatua de Lenin, ubicada en medio de una plaza de viviendas modernas en la zona oriental. Tras la destrucción del muro, se rompió en más de cien trozos y se enterró en un lugar secreto, pero 24 años después salió a la superficie junto con otras esculturas políticas con motivo de una exposición y se mostró en el museo de la Ciudadela de Spandau. “Es muy sintomática esa reacción, primero pensar, después destruirla y después buscar para exponerlo como memoria”, dice Torrens.

La pirámide Tirana en Albania

Más al oeste, en países como Albania, la historia se repitió con la pirámide de Tirana, en la capital del país y que se abrió en el año 1988. Hacía tres años del fallecimiento de Enver Hoxha, quien había gobernado el país durante más de cuatro décadas imponiendo un régimen dictatorial y de culto a su persona, pero las autoridades del país acababan de erigir un museo en su honor. El experimento se cerró tres años después con la llegada de la democracia.

“Hubo propuestas de todo tipo a finales del siglo XX y principios del XXI y finalmente se decidió tirar la pirámide y hacer el nuevo parlamento albano. Pero entonces salió el colegio de arquitectos albanés y personalidades la cultura y política y dijeron que no se debería tirar, sino reconvertir, resignificar y reutilizar para un uso público que fuese importante para la ciudad”, explica.

Reconversión antes que resignificación

El uso es una de las claves para lograr con éxito la reconversión urbana, como sostiene Torrens, quien prefiere emplear estas dos palabras en lugar de resignificación porque “resignificar es un concepto que no está del todo claro; ¿es cambiar el nombre o tirar un trozo? Me gusta más el otro término porque significa una actuación profunda tanto urbanística como arquitectónica y, sobre todo, de utilidad para la ciudad”.

Torrens opina que hay que desnudar al edificio del traje franquista y apuesta por transformarlo en un museo de la ciudad. “En primer lugar porque es del Ayuntamiento y, en segundo lugar, porque Pamplona tiene una historia de 2.000 años”, argumenta.

Algunos de los hitos que componen la ciudad, como la parcelación del Casco Viejo, las murallas renacentistas y barrocas del XV al XVIII, que “son de las mejores conservadas de Europa”, el recorrido del encierro de los Sanfermines y la ubicación privilegiada de la ciudad para el Camino de Santiago conviven en una “suma de periodos que crean un contenido muy rico para hacer un museo de la ciudad. Hay otros que tienen mucho menos”, sostiene.

Otra característica que posibilitó la transformación de los monumentos fascistas se cimentó en el consenso de la sociedad. “Es algo que nos ha enseñado Europa. No es suficiente con una mayoría democrática para hacer las cosas, sino que tiene que haber un consenso mayoritario, también a nivel ciudadano. Debe haber un proceso de educación, de debate, de hablar de todo, con idea de racionalidad y de romper esa dicotomía de conservar tal cual o destruir, hay una tercera que es reconvertir”, concluye.