Pamplona (EFE).- La remodelada sala de Prehistoria del Museo de Navarra acoge desde este 17 de diciembre y de forma permanente la Mano de Irulegi y el esqueleto humano conocido como ‘hombre de Loizu’. Son dos de los hallazgos arqueológicos más importantes de los últimos años en Navarra y también a escala europea, que los podrá disfrutar la ciudadanía.
Además a partir de ahora cuenta con una ubicación más visible el denominado mapa de Abaunz. Se trata de un canto de piedra calcarenita, datado en el 9815 a.C., que representaría un mapa ejecutado de forma sintética y esquemática, recurriendo a la estandarización, con objeto de aportar la máxima información.
La relevancia de estas tres piezas ha sido resaltada durante la presentación de la nueva sala por la presidenta de Navarra, María Chivite. Ha animado a la ciudadanía a conocerlas y aprender de ellas “porque entender el pasado nos ayuda a comprender nuestro presente y nos proyecta al futuro”.

Chivite ha destacado en su intervención que, tras el análisis y estudio de ambos hallazgos, ahora «quedan para el disfrute de la ciudadanía».
En este sentido, la nueva instalación de la sala de Prehistoria, ubicada en la planta -1 del Museo de Navarra y a la que se accede tanto por escalera como por un ascensor, estará abierta al público, con entrada gratuita a partir de este martes. Será en el horario habitual de apertura del Museo: de 9:30 a 14:00h y de 17:00 a 19:00h de martes a sábado, y de 11:00 a 14:00h los domingos y festivos. Durante el período navideño, cerrará 25 de diciembre y 1 de enero.
Cómo explicar tanta información
Los comisarios científicos han explicado la complejidad de sintetizar la gran cantidad de información que estas piezas entrañan para transmitir al público general y permitir su comprensión. Esta mediación se ha conseguido gracias a los textos fijos de sala y los dispositivos audiovisuales, estos últimos diseñados por la empresa navarra Arena Comunicación.
Más de 60 especialistas han participado a lo largo de los últimos años en los diversos trabajos de investigación que han permitido la conservación y la difusión en el Museo de Navarra de estas dos piezas singulares.
Por su parte, el personal técnico de los Servicios de Museos y de Patrimonio Histórico han destacado la dificultad de desarrollar un proyecto de instalación de estas piezas en un espacio de exposición ya consolidado como es la sala de Prehistoria y de reducidas dimensiones. Han señalado que las vitrinas que acogen las nuevas piezas cuentan con sistemas de seguridad y de control de las condiciones ambientales que garantizan su conservación.
La Mano de Irulegi
Se trata de una lámina de bronce recortada, martillada y batida en forma de dorso de mano derecha, con representación de las uñas, más o menos de tamaño natural. Presenta orificio en la parte de la muñeca realizado por un clavo de fijación y en ella se inscribió un texto.
El sistema gráfico utilizado es una variedad autóctona del signario ibérico que se denomina signario vascónico, caracterizada por la presencia de un signo T común a algunas cecas del territorio.
El texto, sin paralelos conocidos, es de difícil interpretación. La posible relación de eŕaukon con el verbo vasco eradun ‘dar’ y la interpretación de sorioneke como forma de dedicación a una divinidad, quizá ‘buena fortuna’ por comparación con el vasco zorion, invitan a considerarlo un texto de protección o una ofrenda.

La Mano fue encontrada en 2021, durante las excavaciones arqueológicas dirigidas por Mattin Aiestaran de la Sotilla, de la Sociedad de Ciencias Aranzadi. Fue en el poblado vascón de Irulegi (Laquidáin-Lakidain, Aranguren), un enclave que estuvo habitado desde el s. XV hasta el s. I a.C.
La pieza de bronce debió de estar clavada probablemente en el marco de la puerta de una de las viviendas. Su cronología corresponde al primer cuarto del siglo I a.C., en el contexto cultural de la Segunda Edad del Hierro.
El equipo responsable de los textos y otros materiales informativos que explican la pieza ha explicado estos datos durante la 0presentación.
El Hombre de Loizu
El “hombre de Loizu”, datado hacia el 9400 a.C., es uno de los esqueletos más importantes de Europa para el estudio de los inicios del periodo Mesolítico. Tras su extracción en 2021 en la cueva de Errotalde I (Erro), es uno de los especímenes humanos 0más completos del mundo para el estudio de las últimas poblaciones de cazadores-recolectores.
Corresponde a un varón robusto, de unos 160 cm de estatura y 50 kg de peso, fallecido a los 21-25 años de edad por muerte violenta. Lo demuestra el impacto de un objeto contundente identificado en su cráneo. Su cuerpo fue introducido y depositado en el suelo de una estrecha y remota galería del interior de la cueva. Estaba a unos 200 m de la entrada, con la cabeza apoyada en una acumulación de hojas.

En la cueva donde fue depositado, se han reconocido 31 manifestaciones gráficas de pintura en color rojo, distribuidas a lo largo de 60 metros de pared. Están ubicadas en la zona de meandros en la que fue depositado el cadáver, un área laberíntica de la cavidad. Probablemente son contemporáneas al hecho funerario y relacionadas con él.
Está en preparación una extensa monografía sobre este singular hallazgo, que se publicará por parte de la Dirección General de Cultura en el primer trimestre del 2025.
El Mapa de Abauntz, en una nueva vitrina
Este canto de piedra calcarenita, datado en el 9815 a.C., representaría un mapa ejecutado de forma sintética y esquemática, recurriendo a la estandarización, con objeto de aportar la máxima información. En la interpretación de sus grabados se han reconocido los accidentes geográficos presentes en el entorno de la cavidad (arroyo Zaldazáin, río Ultzama, monte San Gregorio, humedal de Muño, etc.).
Fue un medio de comunicación visual que mediante un código comunitario y de forma casi conceptual, al margen de las escalas reales, definiría el espacio natural de la cueva de Abauntz (Arraitz-Orkin, Ultzama).