San Sebastián (EFE).- La moda y la naturaleza han estado ligadas en muchas épocas, aunque los textiles florales abundaron especialmente en el siglo XVIII y principios del XIX, lo que ha llevado al Museo del Traje de Madrid y al donostiarra San Telmo Museoa a compartir colecciones, reunidas en la exposición ‘Vistiendo un jardín’.
La muestra se inaugura este sábado en San Sebastián. Llega tras haber pasado hace un año por el museo madrileño, donde no se expusieron las 23 piezas aportadas ahora por San Telmo. Estas se suman a otras 125 para su exhibición hasta el 28 de septiembre.
Motivos vegetales y florales
Aunque la inmensa mayoría son prendas de vestir, también se muestran objetos como bolsos, cerámicas, láminas y abanicos. Hay además vestidos más actuales, entre ellos un Balenciaga, para hacer un «guiño» al textil floral posterior y a los diseñadores vascos.

La directoras del Museo del Traje y San Telmo , Susana Soto y Helena López de Hierro, han presentado este viernes la exposición. Las acompañaban la comisaria, Gema Batanero, y el responsable de Donostia Kultura, Jaime Otamendi.
Motivos florales y vegetales, bordados o estampados, se suceden en cada uno de los objetos y vestimentas expuestos -conjuntos de dos piezas, casacas, faldas, jubones, e incluso alguna casulla y prenda religiosa-.
Modelos contemporáneos en textiles florales
Alternan con ellos un vestido de peonías y petunias de la colección otoño invierno 1992-1993 de Devota & Lomba y otro de flores de algodón del donostiarra Fernando Lemoniez de 2006. También, un impresionante modelo de Pedro Rodríguez de satén beige dorado y otro no menos impresionante de Cristóbal Balenciaga con motivos de rosas, asimismo de satén bordado e igualmente de 1960.

Los motivos florales en los textiles tuvieron su evolución en el Barroco y la Ilustración y reflejaron los profundos cambios que produjeron en las relaciones humanas con el mundo natural, así como la efervescencia de nuevas ideas artísticas, científicas y filosóficas de la época.
Se cruzaron también las influencias de los intercambios comerciales y los avances tecnológicos. Esto hizo que las representaciones florales cambiaran muy rápidamente y se convirtieran en «un testigo clave» de la evolución de los gustos en el siglo XVIII y principios del XIX.
División por áreas
Para apreciarlo, la exposición se divide en distintas áreas. La primera, bautizada como ‘El bosque de las furias’, sitúa al visitante en la explosión de la creatividad textil que se dio a inicios del XVIII, en el que las flores naturalistas se mezclaron con otras casi irreconocibles por su distorsión.
En ‘Un bodegón naturalista’, se observa cómo en los años 30 de ese siglo se desarrollan flores y frutas de gran tamaño sostenidas por exuberantes ramas y raíces. En estos diseños fue pionera La Grande Fabrique de Lyon.
‘Estudios botánicos’ es la siguiente parada del recorrido. En él, se muestra el traslado a la moda del interés por la botánica que se vivió desde el campo científico y que también se reflejó en herbarios, libros e ilustraciones.

A partir de los años 40, el naturalismo de los diseños evoluciona hacia el nuevo estilo rococó, caracterizado por su belleza y refinamiento. Con ello, los motivos florales se reducen y se vuelven más estilizados, como se puede comprobar en el área denominado ‘La líneas de la belleza’.
En ‘Las flores de la Ilustración’, se muestra el paso a los elementos geométricos y ramilletes bordados. Fue un cambio estético con respecto al rococó, acorde con el desarrollo de las ideas ilustradas y la vuelta a los ideales del mundo clásico.
‘Jardines de Oriente’ trata cómo las indianas, un fenómeno textil procedente de la India y Oriente Medio, se imitaron en Europa. Dio lugar a estampaciones de diseños vegetales muy sencillos.
Con ‘Una fiesta campestre’ se cierra la exposición. Esta última parte atiende al género de la fiesta galante, que alude al disfrute social del campo. En ella se reproduce el mito de la Arcadia, un paisaje bucólico de convivencia entre lo cortesano y lo pastoril.