Oviedo (EFE).- El presidente del parlamento asturiano, Juan Cofiño, considera que urge cerrar el asunto territorial excluyendo, de una parte, la vuelta al viejo centralismo, y de otra, el pretendido derecho a la independencia, y que quizás el camino a seguir para cerrar definitivamente el modelo pase por «progresar hacia un federalismo» que enarbole la bandera de la igualdad y solidaridad entre territorios y personas.
La respuesta al asunto territorial debe abordarse como «una auténtica cuestión de Estado» para no legar a generaciones posteriores un problema que hay que resolver ahora y que somete a los partidos políticos a una «auténtica prueba de fuego que, si aciertan a resolver, les devolverá parte del aprecio ciudadano desbaratado por el camino», ha añadido.
Según Cofiño, de la solución hay que desterrar las lógicas confederales con enorme potencial para quebrar los principios constitucionales como se ha visto con las «pulsiones nacionalistas en torno a la fiscalidad asimétrica y sus aspiraciones en relación con la financiación autonómica».
«Quienes abanderan la quiebra del modelo constitucional –el independentismo– deben saber – y las instituciones del Estado les instarán a ello – que cumplir las reglas democráticas no es una opción, sino una obligación elemental, exigible e irrenunciable», ha subrayado.
Lo ha afirmado durante el acto institucional que se ha celebrado este jueves en la Junta General del Principado con motivo del Día de la Constitución, que se celebra mañana, y que ha contado con la presencia del presidente del Principado, Adrián Barbón, además de consejeros, diputados y otras autoridades.
Amplios consensos
En el cuadragésimo sexto aniversario de la Carta Magna, Cofiño ha incidido en que celebrar este hecho «fortalece el sentido de pertenencia y de identidad nacional y reclama de las nuevas generaciones una mirada orgullosa hacia nuestra historia reciente».
La Constitución de 1978 ha roto con los precedentes porque se elaboró con una «auténtica voluntad de consenso y con un propósito integrador ampliamente reconocido» y ha perdurado en el tiempo, «sometida a severas pruebas de estrés, el terrorismo de ETA, la intentona de golpe de Estado, el islamismo radical, la tentativa secesionista catalana, y la epidemia global del covid 19».
Para el presidente del parlamento autonómico, eso da prueba de su solidez en un momento en que es necesario recuperar «amplios consensos de la mano de la mejor política», un esfuerzo que, en su opinión, «vale la pena» porque a todos nos satisface nuestra democracia liberal, «y es que no se conoce un modo mejor de vivir juntos y en paz».
La España constitucional sabrá responder a retos como el del independentismo, ha señalado Cofiño, que se ha mostrado convencido que la mayoría de este país quiere «convivir en una nación moderna y plural, abierta al mundo y dueña de su futuro».
Hacer frente al populismo
No obstante, ha advertido de que «no se pueden malgastar más energías de las estrictamente imprescindibles en querellas identitarias cuando la democracia española afronta retos y «compite con un capitalismo autoritario y una globalización mal gestionada», que está deconstruyendo el estado de bienestar e instaurando la desigualdad.
Según Cofiño, las democracias liberales, como la española, «sobreviven asediadas por el regreso de populismos variados» y en las que «seudolíderes caracterizados por comportamientos desinhibidos y en ocasiones brutales» se están aprovechando de la gran desafección que se está consolidando en la sociedad hacia la democracia representativa.
«El populismo en ascenso es el indicador de un deterioro profundo en el funcionamiento de la democracia», ha alertado el presidente del parlamento asturiano, para quien la fórmula para suturar esa hemorragia pasa por la vuelta a la «cultura política de la negociación» en torno a los asuntos más relevantes para todos, «aquellos que están en la base de la desigualdad».
Aunque llevará tiempo, Cofiño se ha mostrado convencido de que, al igual que en el pasado, se podrá recomponer el sistema y poder hacer frente a los «embates del neocapitalismo, aliado con autócratas poco amantes de la democracia».
«Debemos actuar en defensa propia» y actuar para traducir el «lenguaje de la irritación, la exasperación y la rabia, características de nuestra sociedad, en buena política para configurar un espacio público de calidad donde todo se discuta y pondere», ha concluido. EFE